Un diálogo
interior
Lectura: Salmo 42.11
“¿Por qué te
abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque
aún he de alabarle”
En el país donde nací existe la
costumbre de hablar mientras hacemos algo en solitario, como si estivéramos
dialogando con nuestra alma: “Hey Dirceu, ¿por qué lo hiciste?” “¡Muy bien
Dirceu!”.
Se cuenta que un alumno procuró
el director de la universidad para a manifestar su preocupación con una
profesora que solía andar por las mañanas hablando sola. “Cada mañana ella ora
por vosotros, mencionando cada alumno delante de Dios”, le contestó el
director.
Cuántos no son los momentos de
angustia que tenemos que nos quitan el aire y quedamos sin palabras, ¿nos es
asi? En ellos deberíamos hacer como el salmista y recordar a nuestra alma que
hay un Dios maravilloso, identificado en Su palabra por la expresión “Dios es
amor”, que jamás se olvida de nosotros, que conoce nuestra vida, nuestro
cuerpo, nuestro pasado, presente y futuro, con suficiente poder para hacer y
deshacer, abrir y cerrar.
Deberíamos decirle a Dios que
nuestra alma está abatida y que necesitamos recordar Sus obras maravillosas
para dejar de sufrir anticipadamente, como quien desconfia de Su poder, pues en
la verdad en Él confiamos, pero por la ansiedad el aire se nos falta.
No se trata de un pensamiento
positivo ni de una declaración impositiva; es un diálogo entre nuestra alma y
Dios, donde decimos a nosotros mismos: "¡recuerda que no estás solo,
Jesucristo, tu salvador prometió estar contigo hasta la eternidad!"; y al
Señor: "¡Dios mio, mi alma está abatida, pero me acordaré de Ti!".
No hay comentarios:
Publicar un comentario