Seguidores e imitadores
Lectura: I Corintios 11:1
“Sed seguidores de mí, así como yo de Cristo.”
Mis hijos participaban en un campamento cuando dos personas
se les acercaron y les preguntaron si eran hijos de Dirceu y Tirza, pues los
veían “igualitos” a los padres.
¿Cuántos padres no se alegran cuando alguien dice cosas
como esas a sus hijos, especialmente si además de la apariencia física siguen
también el ejemplo de vida paterno?
Así pensaban los siervos de Cristo en los comienzos de la
iglesia en lo referente a la vida cristiana. El apóstol Pablo afirma sin miedo
que los que leían sus cartas deberían seguirle o imitarle, pues Él imitaba a
Cristo.
El propósito de seguir a Cristo conlleva una gran
responsabilidad. Pero para un siervo de Dios no es una carga, sino un placer,
porque sabe que Jesucristo está vivo y actuando en su vida a través del
Espíritu Santo, conformándole a Su imagen, así como Él es la imagen del Dios
vivo, el resplandor de Su gloria.
No es arrogancia llamar a los demás a ver a Cristo en
nuestras vidas si nos presentamos a ser embajadores suyos. Pablo no se sentía
superior o infalible. Solamente tenía total confianza de que Dios actuaba en su
vida y que así muchos conocerían a Cristo.
Al confiar en Dios según las promesas bíblicas, la
responsabilidad de seguir e imitar a Cristo se materializará en nuestras vidas
como un legítimo placer, más allá de lo que pedimos o pensamos. Si nos
entregamos para que los demás le vean a través de nosotros, ¡qué descanso
tenemos!